La temperatura en el vino es un factor de vital importancia no solo para su conservación, sino también para poder apreciar todas sus virtudes organolépticas.
Una temperatura muy fría puede afectar a los vinos blancos eliminando sus aromas y en los tintos hace que resulten demasiado duros y ásperos al paladar.
Por el contrario una temperatura elevada vuelve a los tintos demasiado alcohólicos y a los blancos les resta elegancia.
Para evitar esto os dejamos con una guía práctica:
- Blancos de Barrica de Medio y Buen: entre 10°C – 13°C
- Blancos Jóvenes Ligeros y Medio Cuerpo: entre 7°C – 10°C
- Vinos Dulces: entre 6°C – 8°C
- Vinos Espumosos: entre 6°C – 10°C
- Tintos Jóvenes Ligeros: 13°C
- Tintos de Crianza y Grandes Añadas Medio y Buen Cuerpo: entre 15°C – 18°C