La barrica ha sido utilizada desde tiempos inmemoriales, como medio para el transporte del vino. Plinio el Viejo ya la citaba en sus escritos, atribuyendo su origen a los Celtas, quienes transportaban en este medio no solamente el vino sino todo tipo de mercancías.

En el siglo XVIII se emplea como envase en el transporte marítimo. De aquí surge la denominación de “tonelaje” como la capacidad de carga de los barcos, haciendo referencia al número de toneles que el barco podía transportar.

Hasta ya bien avanzado el siglo XX, una serie de productos eran almacenados y transportados en barricas de madera. Pero a partir de los años 50-60 materiales como el acero inoxidable terminan por sustituir la barrica como medio de transporte solamente pervive para su utilización en la crianza de los vinos.

Prescindiendo  de los múltiples caracteres intrínsecos de cada partida de vino, la barrica no sólo implica un simple contacto de éste con la madera. Existen varios factores que hacen del binomio vino-madera uno de los problemas de elección más complicados y decisivos en el difícil arte de elaborar un vino de calidad suprema. Se enumeran entre los más importantes: Origen, edad, curado o secado del roble; corte y espesor de la duela; domado de la barrica; juntura de las duelas; tipo de tostado; lavado de la barrica nueva; taponado; rellenado; trasiegas; condiciones ambientales de la bodega; vida útil de la barrica.

Fuente: www.lopezdeheredia.com