Durante el invierno el Bierzo se convierte en una comarca fría. Según avanzamos hacia diciembre-enero la noche cae antes, en ocasiones hacia las seis de la tarde o antes, dependiendo de la nubosidad.

En las montañas la temperatura desciende con mayor rigor y las gentes que allí habitan se resguardan temprano al calor de la lumbre y un buen puchero caliente.

No hace tantos años entrar en calor era una labor casi imposible. Las casas de los pueblos no estaban adecuadamente acondicionadas y la calefacción se limitaba a poco más que una lumbre baja y unas bolsas de agua caliente para calentar la cama.

Coger un buen resfriado o un catarro era algo cotidiano, y la forma de aliviarlo era de lo más natural.  Una vez más el vino actuaba como cura milagrosa, en esta ocasión caliente y endulzado con azúcar o miel. Su elaboración era muy sencilla: se calentaba un cazo con vino y cuando comenzaba a hervir se le añadía una buena cantidad de azúcar o miel. Se dejaba hervir un poco más a fin de conseguir una mezcla homogénea. Incluso se podía aderezar con orégano, para potenciar el olor. Este remedio casero se tomaba a sorbos pequeños, mientras el vino seguía caliente. A continuación se metían en la cama, bien tapados, y la mezcla hacía su efecto, pues parece ser que durante la noche sudaban el catarro y al entrar la mañana la mejoría era evidente.

No es un remedio aconsejable para los más pequeños, pero seguro que a lo mayores les alegra el espíritu y reconforta el cuerpo.

Foto: la elaboración del vino caliente con miel también tiene su arraigo histórico fuera de España. En Inglaterra se preparaba ya en el siglo XII aromatizado con varias especias. (Fuente: blogs.elpais.com)