El Bierzo se ha convertido en la tierra prometida para muchos viticultores que han encontrado en sus terruños las cualidades necesarias para desarrollar un vino de calidad.
Si algo caracteriza al Bierzo es su singular situación, rodeado por montañas, con pequeños valles y una amplia y llana depresión. Se dice del Bierzo que posee un microclima especial y muy adecuado para el cultivo de la vid. Se caracteriza por ser un clima suave, regulado por cierta humedad.
Los viñedos se asientan sobre suelos de tierra parda húmeda, son ligeramente ácidos y regulan muy bien la cantidad de agua. El grado de acidez del suelo varía dependiendo de su altitud. Así, en los valles predominan valores superiores a 6 grados de acidez y tienen una mayor riqueza en materia orgánica y nitrógeno que las laderas, debido, fundamentalmente, al desarrollo de la actividad ganadera en los primeros.
Los mejores terrenos se encuentran en terrazas de poca inclinación, próximas a los ríos, en laderas semibancaladas o en viñas de pronunciada inclinación y altitudes superiores (entre 450 y 1.000 metros).
La cualidad del terreno y del clima se deja sentir en los vinos del Bierzo. Caldos con cuerpo y personalidad, donde la Mencía es el tipo de uva por excelencia y nos aporta aromas aterciopelados que recuerdan a frutos rojos maduros.